martes, 26 de febrero de 2008

El árbol generoso




El 22 de octubre de 2007, Covadonga ( la profe de Religión) me invitó a su clase en 5ºPrimaria y comenzamos a elaborar un cuento solidario con todo el grupo.


Partimos de un cuento especial: el árbol generoso. ( este álbum nos sirvió para ver cómo relacionar la ilustración y el texto, como narrar con dos lenguajes distintos lo que queríamos transmitir)




Este cuento empieza asi:


“Había una vez un árbol...


Y el árbol amaba a un niño...


Y todos los días el niño venía...


cogía sus hojas.Y con ellas hacía coronas e imaginaba ser el rey del bosque...


Subía por su tronco...Y se colgaba de sus ramas...Y comía manzanas...Y ambos jugaban al escondite...

Y cuando se cansaba se dormía a la sombra...
Y el muchacho amaba muchísimo al árbol...
Y el árbol era feliz...
Pero el tiempo pasaba...
Y el muchacho crecía...
Y el árbol, con frecuencia, estaba sólo...
Un día, el muchacho se acercó al árbol, y éste le dijo:— Ven, muchacho, trepa por mi tronco y colúmpiate en mis ramas y come manzanas y juega a mi sombra y sé feliz...
— Soy demasiado grande para trepar y jugar —dijo el muchacho—.Necesito dinero. ¿Puedes darme un poco de dinero
?— Lo siento —dijo el árbol—, pero no tengo dinero. Sólo tengo unas hojas y manzanas. Coge las manzanas, muchacho, y véndelas en el mercado de la ciudad. Entonces tendrás dinero y serás feliz...
En seguida el muchacho subió al árbol, cogió sus manzanas y se las llevó.Y el árbol fue feliz...
Y el muchacho se alejó.Se fue muy lejos sin poder ver al árbol...
Y el árbol estaba triste...
Y un buen día, el muchacho volvió...
Y el árbol se estremeció de alegría y dijo:— Ven, muchacho, y trepa por mi tronco y colúmpiate en mis ramas y... se feliz.
— Estoy demasiado atareado —dijo el muchacho— para trepar por tu tronco. Necesito una casa para cobijarme. Necesito calor como el comer. Quiero una esposa, quiero tener hijos y por eso necesito una casa.
— Yo no tengo casa —dijo el árbol—.
El bosque es mi casa. Pero tú puedes cortar mis ramas y construir una casa. Entonces serás feliz...
Y el muchacho cortó sus ramas...
Las llevó para construir una casa...
Y el árbol era feliz...
Y el muchacho se fue lejos y no pudo ver al árbol por mucho tiempo...
Y cuando el muchacho regresó..., el árbol no podía ni hablar, embargado por la emoción.
— Ven, muchacho —balbuceó—, ven a jugar.—Soy demasiado viejo y asediado por la tristeza para jugar —dijo el muchacho—. Necesito un barco que me lleve muy lejos de aquí. ¿Me puedes dar un barco?— Corta mi bronco y fabrica un barco —dijo el árbol—. Luego podrás navegar hasta playas lejanas... y serás feliz...Y el árbol se sintió feliz..., pero no realmente...

Y después de mucho tiempo...,
el muchacho regresó de nuevo.
— Lo siento, muchacho —dijo el árbol— pero no me queda nada...
Mis manzanas desaparecieron.
— Mis dientes son demasiado débiles para comer manzanas —dijo el muchacho—.
— Mis ramas... han desaparecido —dijo el árbol—.
Ya no puedes columpiarte en ellas.
— Soy demasiado viejo para columpiarme en ellas—dijo el muchacho—.
—Mi tronco ha desaparecido —dijo el árbol
—. Ya no puedes trepar.
— Estoy demasiado cansado para trepar —dijo el muchacho—.
— Lo siento—sollozó el árbol—.
Quisiera darte algo... Pero ya no me queda nada. Sólo un tocón. Lo siento...
— Yo no necesito mucho ahora. -Contestó él
- solo un lugar tranquilo para reposar... Estoy muy cansado...
— Bueno, siéntate. Un viejo tocón es bueno para sentarse y descansar. Ven mi niño, siéntate. Siéntate y descansa.

Y él se sentó..., y el árbol fue feliz”El mundo volvió a moverse…,
Daniela no pudo hablar y se quedó mirando algún punto al horizonte, mientras otras pesadas lágrimas, de esas completamente dolorosas, de esas de un dolor viejo e infinito, de esas que hacen caer muros y dejan ver claro. Lágrimas que caían haciendo nuevos surcos entre su maquillaje. Luego, de un momento largo, se miraron quizás por primera vez en sus vidas. Y, sin decirse palabra alguna, Carlos abrió lentamente la puerta del Malibú, dejándola sola, y se fue de su vida...
Y se perdió entre el tráfico de un jueves por la tarde, encontrándose, por fin, con Él mismo. Estrenando, eso sí, una nueva arruga en el corazón, respirando, de un sólo golpe, todo el aire de la ciudad y la vida, la vida continúa.

1 comentario:

josue william dijo...

muy interesante la historia del niño y el arbol